Nov 23, 2024

¿Qué sucedió detrás de la fotografía del monje en llamas?

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DIEGO CERA.— Frente a una cámara, el único instinto de un fotógrafo es disparar con el obturador cuantas veces sean necesarias para llegar a la toma perfecta.

Probablemente habrá quienes piensen que, respondiendo a una especie de torpeza mental, se estén perdiendo de uno de los que probablemente sean los mejores momentos de su vida, sin embargo, la realidad es totalmente diferente: dentro de su cámara —no importa si ésta es digital o análoga— se encuentran esos mismos momentos con la diferencia de que estos son preservados para siempre. Justo en el momento de la impresión o el revelado es cuando nos damos cuenta de uno de los milagros del invento de Niépce: la foto elimina el instante y lo convierte en eternidad.

Dentro de estos cuadros que suponen tiempos suspendidos se encuentran el contexto, los sonidos y los olores del momento en que fueron capturadas esas imágenes, sólo aquí no es el tiempo quien se encarga de llevar la sucesión de las cosas, sino que la historia detrás de cada fotografía debe ser descifrada por cada uno de los espectadores. Sólo ellos tienen el poder de darle sentido a una serie o una escena, sin embargo, cuando este proceso se ve entorpecido por una falta de contextualización, fotografías como «El buitre» de Kevin Carter o «El monje en llamas» de Malcom Browne, quien sin duda alguna encaja perfecto con la definición antes dada acerca de un fotógrafo, resultan malinterpretadas.

«Sólo podía seguir disparando, disparando y disparando; eso me protegía del horror de ese asunto».

– Malcom Browne

¿Qué tipo de convicciones pueden llevar a un hombre a inmolarse en medio de la calle ante los ojos de cientos de atónitas personas? Muchos han confundido el acto del monje con una expresión de la irracionalidad religiosa a la que los individuos se entregan en algún momento de su amor a una figura celestial; no obstante, no puede haber teoría más absurda que esa, pues no existe práctica o ritual budista que encaje con el hecho de quemarse a sí mismo, ni parcial ni completamente.

Basta con ver la fecha y compararla con lo que estaba pasando en Nepal en el ahora lejano 1963. En ese año el país pasaba por uno de sus gobiernos más totalitarios, el de Ngo Dinh Diem quien, a pesar de que más del 70 % de la población en ese país profesaba la fe budista, decidió prohibir cualquier manifestación a ésta u otra doctrina diferente al catolicismo.

Toda aquel que llevara una bandera o insignia que hiciera referencia a la antigua religión del país -la budista- sería fuertemente reprendido según las reglas impuestas por el gobierno. Las cosas iban tan en serio que en 1963 un grupo de soldados asesinó a tres budistas después de haberlos sorprendido ondeando una bandera prohibida. Ante tales atrocidades, los monjes sintieron la fuerte necesidad de manifestarse en contra del régimen; sin embargo, sabían también que cualquier intento local de hacerlo terminaría en una masacre sin sentido.

Para atraer esas miradas que tanto necesitaban, los monjes decidieron tomar una medida desesperada ante la que sabían que ningún periodista se negaría, al menos eso era lo que pensaban, ya que de todas las personas que fueron convocadas para el acto, sólo Browne se presentó. Así, la mañana del 11 de junio de ese mismo año, cerca de 200 monjes bloquearon las calles de la ciudad para comenzar una vía de protesta silenciosa que sólo se realiza en casos de extrema necesidad: la autoinmolación.

El voluntario fue Thich Quang Duc quien después de descender de una camioneta apoyado por dos de sus compañeros, asumió posición de loto para luego ser rociado con gasolina. Justo ahí es donde comienza, cuadro por cuadro, una de las fotografías más impactantes de la historia mundial, pues el hombre no emitió quejido alguno ni se movió del lugar que había elegido para protestar sacrificándose a sí mismo por el bienestar anímico de miles de personas.

Al igual que con el niño sudanés de Carter, muchos cuestionaron la falta de intervención de Browne, pero conociendo el contexto, seguramente nadie hubiese sido capaz de frenar una protesta que tenía como fin captar las miradas internacionales hacia un país inmerso en un absurdo totalitarismo religioso, cabe destacar que ni siquiera los mismos monjes que crecieron al lado del inmolado permitieron el acceso de un camión de bomberos que intentaba prevenir el acto.

De hecho, tras haber sido el único integrante de la prensa internacional, obstruir el acto del monje habría sido un acto de cobardía y represión, de modo que lo único que el fotógrafo pudo hacer fue disparar hasta que obtuvo las imágenes necesarias para crear una historia pictórica para la posteridad.

(Fecha de publicación 05082017)

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