SOMOS NUESTRA MEMORIA. En el invierno de la tercera edad
Mi abuelo siempre contaba las mismas historias, los años en los que fue feliz, o cuando la desgracia le llegó a través de la muerte de su esposa, lo que significó criar él solo a 8 hijos. A lo lejos entiendo la soledad en la que se encuentran muchos adultos mayores.
Si la vejez fuera el tiempo de nuestra dicha, a muchas personas no se les acabaría la felicidad, mientras que a otras les llega su tiempo. De una u otra forma, en México nos encontramos con un país envejecido, donde muchas personas pueden gozar del tener más de 70 años, como la biblia lo presagia.
Sabios o ignorantes, sanos y enfermos, hombres y mujeres, a todas y a todos nos llega el invierno de la vida con la decadencia del cuerpo, determinado por la economía.
Y es que, en México, de acuerdo con el Inegi, hay más de 15 millones de personas adultas mayores (de 60 y más), y casi 3 millones no cuentan con ninguna afiliación a servicios de salud. El 13% de los adultos mayores, susceptibles de recibir cuidados, no los recibe, lo que habla de su invisibilidad por el gobierno, del maltrato de sus familiares y de la falta de protección de sus derechos humanos.
Lo que en psicología pudiera mostrarse como un imposible o un acto indeseable, en la realidad los adultos mayores viven malos tratos de manera constante, relativos a la falta de compañía; les dejan solos, tristemente solos (más de 7 millones de adultos mayores se encuentran abandonados).
Muchas y muchos de ellos no les alcanza para cubrir sus necesidades de alimentación, ni siquiera a que les acompañen para ir al médico o por sus medicamentos, menos para su atención de salud mental, que es aún más pobre en calidad y calidez para este grupo poblacional.
Y es que en temas de políticas públicas de salud mental para la tercera edad estamos escasos (igual que para otros grupos de personas), donde no existe sensibilización de una temática que suele producir un impacto negativo en el medio social, los estigmas y la discriminación es mucha, tanta que las personas se apenan de sus ancianos, y sus palabras denotan odio, resentimiento, miedo a llegar a viejos.
Con mi equipo de psicología tenemos un grupo de expertos en tercera edad, para atender como se merecen a las personas adultas mayores, llamado psicogerontología, que se entiende como el conjunto de lecturas disciplinarias que se producen sobre la vejez con una visión integrativa de los aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Nos interesa pensar desde la complejidad las historias de vida y particularmente al envejecimiento como un proceso cargado de política y de memoria.
Algunas personas tienen buenas razones para practicar el perdón con sus adultos mayores, sacar sus mejores pasos de paciencia y generar condiciones para acompañar en lo que les quede de vida a sus familiares, sobre todo para que no sea un motivo más de frustración y penar.
En fechas recientes tuve la oportunidad de llevarme a mi papá, adulto mayor, en un viaje por Estados Unidos, nunca habíamos viajado juntos y no nos conocíamos, por lo que todo valió la pena.
La tercera edad es un buen ejemplo de lo que conocemos en psicología del ciclo vital como cambios identitarios: algunos siguen tercamente con sus actitudes pueriles, otros más llevan el mando de sus familias de manera sabia. Sobre todo, el sujeto envejeciente tiene cambios importantes en su sexualidad y cognición, que como psicólogos estudiamos.
La pandemia nos enseñó cómo atenderlos de la mejor manera, y actualmente trabajamos con asociaciones y fundaciones de la tercera edad donde pueden llegar a tener atención de alta calidad a un bajo costo en temas como depresiones, demencias o enfermedad psicosomática.
Para el viejo escritor argentino Borges, ya ciego, Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar; el tiempo ha sido mi Demócrito, escribía Borges. Esta penumbra es lenta y no duele; fluye por un manso declive y se parece a la eternidad.
Causas y azares…
- El chapulineo que algunos celebran como éxitos es un derecho humano de algunos políticos mexicanos: no los limitemos en su esencia de traición.
- Si revisamos el presupuesto asignado a la Salud Mental en Secretaría de Salud, nos vamos a dar cuenta de la hipocresía que sigue gobernando a esas instituciones públicas.
- En una ocasión interpuse una demanda, un magistrado penal fijó los argumentos para absolverla, citándose a sí mismo en la sentencia ¿Qué tan egocéntrico se puede ser, para citar sus propios dichos como ejemplares? Obviamente este magistrado no contempló la Constitución, sino sus vicios. Así de tontas sus resoluciones. Escalé al Poder Judicial de la Federación, quienes de igual forma hicieron caso omiso al amparo que interpuse por la arbitraria decisión del magistrado, este recurso lleva 10 años congelado. Así la urgencia de una reforma judicial.
Hasta la próxima, que la ya avanzada edad me ha enseñado la resignación de ser Yo.
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Fecha de publicación viernes 30 de agosto de 2024