«En Colombia tenemos que aprender a ser diferentes sin ser enemigos»: Sergio Fajardo a New York Times
CIUDAD DE MÉXICO. MX. ALBINSON LINARES.— A Sergio Fajardo Valderrama le gustan los juegos de lógica y los acertijos del cálculo. Matemático de profesión y, desde hace dieciocho años, político por vocación dice que se enorgullece de su comienzo tardío en el servicio público, cuando tenía 43 años y abandonó la academia para empecinarse en cambiar a Medellín, la ciudad que se hizo famosa mundialmente en la era de Pablo Escobar a fines de los años ochenta y principios de los noventa por ser el epicentro del tráfico de drogas y la violencia.
“Hicimos la mejor gestión con una política distinta, de transparencia, que enfrentó a la corrupción y el clientelismo”, dice este político antioqueño que a sus 61 años ya fue alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia y ahora compite por segunda vez para ganar la presidencia de Colombia, mientras en las encuestas le disputa el primer lugar de intención de voto a Gustavo Petro, un dirigente de la izquierda.
A Fajardo también le gustan los diagramas: en sus textos suele haber dibujos a mano que proyectan sus ideas como si intentara despejar la ecuación política para poder gobernar a su país. Esta semana visitó Ciudad de México para presentar El poder de la decencia, en el Tec de Monterrey, institución donde ha sido profesor invitado. Se trata de un libro que recoge buena parte de su experiencia como funcionario y plasma un ideario en el que intenta explicar con argumentos, rayas, flechas y cuadros cómo pretende cambiar a su país si gana las elecciones presidenciales del próximo 27 de mayo.
Cuando se le pregunta qué es lo que significa ese título en un mundo dominado por el frenesí de información y los conflictos sociales, el político responde con una amplia sonrisa: “Colombia está llena de heridas por eso no se puede construir la paz con rabia, que es la alternativa que nos están planteando; debemos apoyar una cultura de la convivencia, la legalidad, la seguridad urbana y, por encima de todo esto, apostar por el desarrollo de un país que tiene la riqueza ambiental y de la gente, con educación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura”.
En sus discursos suele decir que no es de derecha ni izquierda. Sin embargo, esa definición parece vincularlo a los movimientos antisistema que han sido muy criticados en Colombia.
¿Cómo le explica al electorado cuál es su tendencia política?
Soy un político del siglo XXI que empezó tarde en esto; además estudié un doctorado en lógica matemática en la Universidad de Wisconsin, entonces mi forma de entender la política es diferente y no estoy atrapado en esas casillas cerradas. Valoro la capacidad de tener unos principios, de articularnos con otros, convocar para trabajar y romper todas esas estructuras rígidas del pensamiento. Estamos por encima de izquierda o derecha, no cabemos en esas categorías y esa es la política que he hecho, cívica e independiente, y hasta ahora nos ha ido muy bien.
Ciertamente, las últimas encuestas lo ubican en los primeros lugares de la intención de voto. Sin embargo, los sondeos de opinión han tenido grandes márgenes de error en elecciones recientes. ¿Confía en esas mediciones o simplemente las ve como parte de la presión de la campaña?
Pues estamos conectando con la ciudadanía y eso es bueno, pero no me centro en las encuestas. Luego de la negociación del Acuerdo de Paz y el plebiscito terminamos con un país fracturado; después llegó el escándalo de la corrupción de Odebrecht y esa fue la gota que llenó la taza porque causó un gran malestar en el país. Hay personas que juegan a la polarización y quieren convertir todo ese odio, miedo y rabia en deseos de venganza y agresión, siempre que eso pasa aparece una nueva forma de la violencia. Pero ante eso, nosotros decimos que llegó el tiempo de cambiar porque ahora se pueden tomar decisiones que van a marcar nuestro futuro por un largo tiempo.
¿Con quién preferiría competir en la segunda vuelta, con el candidato que surja de la coalición de centroderecha o con Gustavo Petro?
Es que mi reto es ganar en la primera vuelta. No me desconcentro y estoy seguro, aunque ahora estamos pasando por una euforia grande con Petro. A mis seguidores siempre les pido calma y serenidad para mantener el camino, todavía falta mucho tiempo y espero que esta tensión no se convierta en violencia física, que no vaya a suceder lo que ya ha pasado tantas veces porque cuando hay polarización se hace un magnicidio y se desatan las fuerzas de la violencia. Tenemos que cuidar a Colombia, tanto en la campaña como al gobernarla, y eso es lo que yo represento.
En esta campaña se han visto diversas agresiones e incluso el asesinato de dos militantes de la Farc. ¿Cómo ve la decisión que tomó ese partido de suspender su campaña electoral por los ataques que recibieron?
Ellos no son un factor político en el sentido de tener votos, pero sin duda hay un malestar muy grande contra las Farc y es natural porque durante muchos años significaron violencia y destrucción para mucha gente. Aunque ese es un sentimiento legítimo, la desaprobación debe expresarse desde la política, no se trata de agredirlos o pegarles porque eso no tiene ningún sentido. En Colombia tenemos que aprender a ser diferentes sin ser enemigos, esa es la esencia de todo este proceso y es lo que todavía nos hace falta.
También está compitiendo contra Humberto de la Calle, quien fue designado por el presidente Santos como el jefe negociador con las Farc durante las negociaciones en La Habana. ¿Si hubiese estado en esas conversaciones qué elementos del Acuerdo de Paz habría cambiado?
Si yo hubiera sido el presidente habríamos ganado el plebiscito y no estaríamos en esta situación porque se habría aplicado la pedagogía para la paz, no tengo la menor duda. A Colombia hay que explicarle por qué todo esto tiene sentido, el país ya estaba viviendo en paz en muchos aspectos y eso fue una contribución de Uribe porque enfrentó a las Farc y las redujo a una expresión en la que tenía sentido negociar. Pero eso no se explicó y durante los cuatro años de negociaciones tampoco se dijo por qué teníamos que dar este paso, entonces ese es un gran problema que aumenta la tensión hasta que se vuelve una polarización.
Es muy probable que el próximo mandatario de Colombia sea el encargado de negociar con el ELN, grupo armado que continúa ejecutando acciones terroristas, ¿cuál es su propuesta en ese caso?
«Lo que vivimos en la frontera con Venezuela es una crisis humanitaria y eso es un reto político muy grande para Colombia y América Latina».
El gobierno le ha dado muchas veces la oportunidad al ELN para que inicie una futura desmovilización y no se justifica que al término del cese al fuego inicien sus ataques y le hagan daño a los civiles. Eso es terrorismo puro. Ellos rompieron el diálogo con el gobierno y parece que no entienden la negociación como un paso político. Por eso hay que combatirlos con toda la fuerza pública.
La lucha contra la corrupción ha sido una de las banderas de su campaña y suele hablar de todo lo que reveló el caso Odebrecht. ¿Qué medidas propone para atacar esa problemática?
Cuando fui gobernador de Antioquia hicimos la Feria de la Transparencia, porque la corrupción se mueve en la oscuridad. Hay que mantener esa lucha en lo político y en lo público porque la corrupción tiene un costo ético y, al mismo tiempo, económico y eso lo han pagado las personas más humildes de Colombia. No solo se trata de leyes, sino que hablamos de un problema profundo de la sociedad, por eso necesita múltiples respuestas desde nuevas perspectivas.
Un ejemplo es la campaña electoral porque los que compran líderes llegan a los cargos a robar y practican la corrupción con los contratos. Hay que gobernar con méritos y transparencia, nosotros no tenemos que llegar a repartir puestos, por eso proponemos la consulta anticorrupción que es reducir el costo del congreso sin sacrificar la representatividad, y esto es reduciéndoles el salario a la mitad. Con eso la corrupción recibe un golpe mortal porque nuestro lema es: “Ni un peso por un voto”.
Pese a la estabilidad y las previsiones de crecimiento económico, la desigualdad sigue siendo uno de los grandes retos de Colombia.
Si tomamos cualquier indicador, empezando por el más común como el índice de Gini, Colombia siempre aparece a la cabeza del mundo de la desigualdad. Eso está asociado a un contexto de violencia e ilegalidad, pero para poder pasar esa página tenemos que construir una sociedad distinta. Hay que desarrollar un país que permita construir la igualdad de oportunidades, ese es nuestro camino. Desde el primer día tenemos que reconocer el problema para forjar la civilidad porque, insisto, con rabia y miedo no se construye una sociedad, sino trincheras; allí no hay libros ni educación y no se crece.
¿Cómo será su relación con el gobierno de Venezuela, en el contexto de la crisis política y económica que ha ocasionado que unos 600.000 ciudadanos de ese país huyan hacia Colombia?
Creo que ni Colombia ni el mundo se han dado cuenta de las dimensiones del problema que tenemos con Venezuela. La razón de eso es que ese gobierno, al que me gusta calificar como la dictadura del siglo XXI, está rompiendo la democracia porque no respeta las bases de gobernabilidad. En Venezuela podemos ver lo que significa destruir una sociedad y un país rico por las malas decisiones políticas y económicas, todo eso es lo que causa esta migración tan extraordinaria y no hay otro responsable que el gobierno de ese país.
Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo por mejorar las relaciones diplomáticas con Venezuela porque la solución va a estar allá adentro y no es militar. Siempre estaremos reclamando por justicia y libertad, pero es al gobierno de allá al que le toca liberar a los presos políticos, mejorar la economía y que se pueda llegar a la democracia. Debemos dejar a un lado las diferencias y trabajar juntos. No vamos a desatar una guerra, eso sería lo peor que le puede pasar a Colombia.
Específicamente, ¿qué propuestas podría implementar en la frontera con Venezuela, una región por la que pasan miles de personas todos los días?
Nosotros tenemos la obligación ética de recibirlos, pero Colombia también debe acudir al contexto internacional, a los organismos multilaterales y describir lo que está pasando en Venezuela como un régimen político que causa esta emigración. Hay que pedir ayuda porque son miles de personas las que están huyendo y eso no es algo inventado por Colombia, ni por Santos ni Uribe ni nadie: es una realidad.
Hay que revisar los puntos de paso y tomar medidas para la identificación de personas que vengan del mundo de la delincuencia, pero hay un montón de cruces ilegales porque es una frontera enorme, entonces tiene que tener la presencia del Estado. Lo que vivimos en la frontera con Venezuela es una crisis humanitaria y eso es un reto político muy grande para Colombia y América Latina, hay que decirle al mundo lo que pasa ahí porque mucha gente está sufriendo.
México también tendrá comicios presidenciales este año y el dirigente de izquierda Andrés Manuel López Obrador está liderando las encuestas, ¿qué opina de esa opción política?
De hecho, considero a México mi segundo país y lo quiero mucho. Aunque no me quiero meter en la política interna siempre que me preguntan por López Obrador les digo que representa algo profundo de la sociedad mexicana, no es un accidente.
La política no se hace con accidentes o casos fortuitos y nuestro mundo latinoamericano se está estremeciendo, como ya ha pasado en otras partes, por lo que cada sociedad tendrá que escoger su forma de gobierno. Sin embargo, creo que una de las tareas pendientes de los gobiernos de la región es poder trabajar juntos, debemos ser capaces de tener un proyecto latinoamericano que esté asociado con nuestra riqueza cultural y nuestra gente. México siempre está a la vanguardia y podría ayudar a liderar muchas iniciativas con el sur del continente.
¿Cuál será su primera decisión si logra llegar al Palacio de Nariño?
Al día siguiente que ganemos las elecciones convocaré el gran pacto nacional por la educación y me refiero a ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura. Vamos a convocar a toda Colombia para pasar de la guerra, la destrucción y la corrupción a la inteligencia, que es el talento que tenemos. Nos tenemos que reconciliar para darnos en esta vida la oportunidad de desarrollar una sociedad desde la riqueza ambiental y el ingenio de nuestra gente. Convocaré a todos los sectores para plantearle los retos que tenemos en la educación y decir cómo vamos a colaborar para ser responsables y empezar a contar otra historia de Colombia.
(Fecha de publicación 16022018)