Hunga Tonga, la isla que nació para morir
MADRID, ESPAÑA. — Hunga Tonga-Hunga Ha’apai es una isla que surgió en 2015 fruto de una explosión volcánica en el Océano Pacífico. Los científicos de la NASA consideran que ahí pueden encontrar pistas sobre cómo es la vida en Marte, debido a su formación singular.
La erupción fue espectacular. A finales de diciembre de 2014, un volcán submarino en el Reino de Tonga, en el Pacífico Sur, estalló violentamente enviando gran cantidad de vapor, cenizas y rocas al aire. La nube de material alcanzó los 30.000 pies de altitud (9 kilómetros), lo que incluso obligó a desviar los vuelos cercanos. Cuando esas cenizas se asentaron en enero de 2015, dieron lugar a una isla recién nacida con una cumbre de 120 metros, situada entre otras dos más antiguas.
La isla «bebé» fue bautizada de forma informal como Hunga Tonga-Hunga Ha’apai y, en principio, los científicos pensaron que duraría tan solo unos meses, pero un nuevo estudio de la NASA confirma que ha llegado para quedarse más tiempo, al menos entre seis y treinta años. Es efímera sí, pero persistirá lo suficiente para que los investigadores puedan estudiarla y sacar provecho de ella, especialmente porque creen que se asemeja mucho a los antiguos volcanes de Marte.
La de Tonga, encaramada en el borde de la caldera de un volcán submarino a casi 1.400 metros sobre el fondo del mar, es la primera isla de su tipo en la era de los satélites modernos, lo que ofrece a los científicos una visión sin precedentes de su evolución. De esta forma, han podido comprobar cómo la erosión ha cincelado su perfil, desde la forma oval del principio a la apertura del lago existente en el cráter hacia el océano. En ese punto, los científicos pensaron que había llegado el final de la isla, pero imágenes satelitales posteriores mostraron que se había formado una barrera de arena, cerrando el cráter. Hunga Tonga siguió evolucionando y se hizo más estable a finales de 2016.
Cuál será su futuro es algo que todavía está por ver. El equipo ha calculado dos escenarios potenciales. El primero comprende una erosión acelerada por la abrasión de las olas, lo que desestabilizaría el cono de toba en seis o siete años, dejando solo un puente de tierra entre las dos islas adyacentes más antiguas. El segundo escenario supone una tasa de erosión más lenta, que deja el lugar intacto durante unos optimistas 25 o 30 años.
El precedente de Islandia
La de Tonga es, además, la tercera isla originada por una erupción surtseyana en los últimos 150 años que persiste durante más de unos meses. Se denomina así a las erupciones volcánicas que tienen lugar en aguas poco profundas, en honor a la isla de Surtsey, que nació de forma similar en la costa de Islandia en 1963. Esta del Pacífico pudo ser aún más grande. Los investigadores creen que su estabilidad puede residir en las dos islas continuas, que tienen un sustrato bastante resistente y ayudan a mantenerla en su lugar.
Pero, sobre todo, este lugar resulta fascinante por sus similitudes con los antiguos volcanes de Marte. «Todo lo que aprendemos sobre lo que vemos en Marte se basa en la experiencia de interpretar los fenómenos de la Tierra», explica Jim Garvin, científico jefe del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA en Greenbelt, Maryland. «Creemos que se produjeron erupciones en Marte en un momento en que había áreas de aguas superficiales persistentes. Podríamos utilizar esta nueva isla de Tonga y su evolución como una forma de probar si alguna de ellas representaba un entorno oceánico o un lago efímero», explica. A su juicio, los ambientes húmedos como estos combinados con el calor de los procesos volcánicos pueden ser lugares privilegiados para buscar evidencias de vidas pasadas. Tienen varias décadas para averiguarlo.
(FECHA DE PUBLICACIÓN.30/09/2018 // Publicada originalmente en el 14 dic 2017 en ABC)