INVITADO. Jorge Zepeda Patterson ¿Dónde está el anverso de López Obrador?
Más allá de aciertos o desaciertos en su administración o lo desgastante que resulte la pandemia y la crisis económica, López Obrador disfruta de la enorme ventaja de que su mayor opositor no es un López Obrador, sino un Frente Nacional Anti-AMLO.
Que el principal movimiento en contra del Presidente se llame Frenaa, dice mucho sobre la incapacidad de la oposición para pasar de la irritación o de plano del berrinche a la construcción de una alternativa. La revisión de los argumentos de Frenaa para repudiar al Presidente son aún más reveladores de la pobreza de estos sectores para constituirse en una alternativa viable. Afirman que hay que destituir a López Obrador porque es comunista, apoya el aborto y a los homosexuales y es enemigo de la Iglesia. La apreciación no solo es falsa, incluso si no lo fuera constituye muy poco material para construir un movimiento de oposición efectivo, ya no digamos atractivo al grueso de la población preocupada por los problemas crónicos de México.
Y sin embargo, Frenaa es la única oposición orgánica que ha sido capaz de concretar una movilización sistemática y relativamente extendida en términos geográficos. Lo cual, insisto, dice todo sobre la falta de contrapesos a López Obrador y Morena, su partido.
Los críticos de la 4T magnifican una y otra vez los deslices reales o presuntos de López Obrador, con la esperanza de que el último escándalo u ocurrencia se convierta en el detonante final de su caída. Celebran el descenso en los niveles de aprobación presidencial con la alegría de quien observa por fin el advenimiento de sus profecías, solo para frustrarse ante el inexplicable repunte de AMLO en la siguiente encuesta.
En realidad, lo que más debería preocupar a los que no quieren al Presidente no es cuántos puntos de apoyo tiene o no tiene, sino el hecho de que aún perdiéndolos nadie los gana. No hay oposición legítima y verosímil capaz de atraer el descontento incluso si éste aumenta. Resulta difícil sumar cuando solo se apuesta a restar. La oposición tiene dos años dedicada a golpear la imagen del Presidente, pero poco o nada a construir una propuesta verosímil para enfrentar los problemas que angustian a los mexicanos. Se puede acribillar de muchas maneras el proyecto de creación de una Guardia Nacional o el combate a la corrupción a fuerza de golpes mediáticos, como acusan al gobierno, pero imposible atraer el voto si no se ofrece un proyecto razonable para resolver la inseguridad o la deshonestidad en la vida pública. Y ya no digamos la injusticia social o la pobreza.
Desde luego se puede construir una opción política a partir de la defensa de los intereses de las clases medias o un proyecto económico que diga al votante que el apoyo a la iniciativa privada es la mejor manera de asegurar la bonanza para todos. Pero hay dos problemas para eso. Primero, que las clases medias y altas no son mayoritarias en este país, justamente porque se agotó el modelo económico que iba a hacer de México un país de clases medias. En realidad, lo que se consiguió fue una sociedad cada vez más desigual y, peor aún, el propio sistema terminó fabricando los sectores exasperados y resentidos que se convirtieron en la materia prima del ascenso de AMLO al poder.
La segunda circunstancia es el propio Presidente como catalizador del descontento, algo que la oposición no tiene hoy en día. Gramsci decía que la hegemonía ideológica era lo que explicaba que una clase social (los trabajadores explotados) votaran contra sus propios intereses y abrazaran los de otra clase social (la burguesía). Es decir, la capacidad de un grupo social para conseguir que otros grupos adopten su visión del mundo. A riesgo de simplificar por los límites de espacio, algo similar habría sucedido cuando campesinos y barrios empobrecidos votaban a favor de la última versión del PRI, cuando este partido ya estaba volcado a un modelo claramente favorecedor de los sectores acomodados.
López Obrador tuvo éxito porque construyó una narrativa capaz de convencer a amplios sectores desfavorecidos de que su proyecto político representaba sus intereses. De allí su verbo polarizante y belicoso, la argamasa que mantiene vivo ese compromiso.
Enrique Quintana, director de El Financiero, escribió esta semana que, en efecto, el drama de la oposición es que carece de un López Obrador capaz de enfrentar a López Obrador. Desde luego no lo es ninguno de los actores políticos conocidos: Felipe Calderón, Margarita Zavala, Ricardo Anaya o alguno de los personeros del PRI. Todos arrastran pesadas facturas que los dejan muy vulnerables para estar en posibilidades de convocar a otros grupos sociales o facciones que no sean la suya propia.
Todo indica que hay más posibilidades de que el anverso de AMLO surja de la llamada sociedad civil que de la esfera política, como sucedió en Brasil, Filipinas, El Salvador, Guatemala, Italia y varios países del este de Europa. ¿Existe un Berlusconi o un Trump mexicano en proceso de gestación? ¿Gustavo de Hoyos el líder de la Coparmex o Claudio X González de Mexicanos contra la Corrupción? Algo me dice que carecen del chabacanismo o el carisma capaz de hacerlos atractivos más allá de los círculos empresariales y los medios críticos que los conocen. ¿Referentes intelectuales como Héctor Aguilar Camín, Denise Dresser o Enrique Krauze? Al margen de que estén interesados en encabezar un movimiento, arrastran también el desgaste de haber sido cuestionados por la narrativa lopezobradorista, con razón o sin ella, por sus vínculos con el viejo orden. ¿Un comunicador como Pedro Ferriz, padre o hijo, o Chumel? Difícilmente, la impopularidad de sus polémicos tuits habla por ellos. ¿Un líder evangélico carismático? Poco probable, son aliados de AMLO.
En suma, la oposición que hoy conocemos alcanza para arrebatarle a Morena elecciones parciales o regionales, pero no para disputarle el poder central. A pesar de los escándalos en los que incurren sus tribus, Morena sigue estando muy por encima de PRI y PAN en la intención de voto. ¿Dónde está el López Obrador de centro derecha? Por ahora solo existe el líder de Frenaa, el impresentable Gilberto Lozano, hasta hace poco una mera anécdota, como alguna vez lo fueron Hitler, Bolsonaro o Trump hasta que dejaron de serlo.
(PUBLICADO EL 10/10/2020 /MILENIO)