NOTAS SUELTAS. La base material de la felicidad
“El mercado está en manos de los poderosos. Dicen que el mercado es la libertad, pero a mí me gustaría saber qué libertad tiene en el mercado quien va sin un céntimo. Cuando se habla de la libertad hay que preguntarse inmediatamente: ¿la libertad de quién?” (José Luis Sampedro).
Seguro que usted tuvo alguna reacción ante la afirmación de que el pueblo de México está “feliz, feliz, feliz”. En lo personal me presentó un problema que debe resolverse considerando una serie de factores que dan por resultado esa percepción. La felicidad no se registra igual en la sensibilidad de todo mundo ni tiene la misma duración e intensidad.
Lo que queda claro es que podemos tener momentos felices que fortalezcan la autoestima, los valores, la sensación de logro, la armonía familiar, el deseo de superación y un sinfín de sensaciones y sentimientos que nos hacen declarar que “somos felices”. La realidad es que no somos felices sino que podemos estar felices. Hay diferencia.
No somos felices en tanto que la felicidad es pasajera, temporal, viene y se va con extrema facilidad dependiendo de muchas cosas: el contexto, nuestra situación social, política, económica, familiar, personal; nuestros complejos, traumas, recuerdos, carga negativa, expectativas, ambiciones, logros y fracasos.
Sin embargo, podemos estar felices cuando las cosas, de acuerdo con nuestra muy particular forma de ver las cosas, nos salen bien y son capaces de hacernos sonreír y hacer palpitar a mayor frecuencia el corazón.
En la práctica, no es lo mismo tener un cerro de deudas y carecer de los medios para saldarlas, independientemente de que podamos dar “abonos chiquitos”. La deuda crece gracias a los intereses moratorios y demás. Tampoco es lo mismo que tengamos una dura situación laboral o familiar que tengamos que cargar a cuestas, aunque la vida social nos haga hacer como que no hay problema a los ojos de los demás.
Un trabajador eventual, pagado por honorarios carente de seguridad social, es un empleado inexistente en términos de la obligación de la empresa para efectos de antigüedad y eventual jubilación o pensión. Trabaja, le pagan pero no tiene derechos laborales que reclamar. Se hace viejo y le pegan una patada en el trasero sin despeinarse.
En nuestro país los gobiernos neoliberales se empeñaron en abaratar la fuerza de trabajo para ser “competitivos” a los ojos de los inversionistas extranjeros, y fuimos parasitados por muchas empresas transnacionales deseosas de obtener ganancias con costos mínimos, sin casi para impuestos y exentos de responsabilidades sociales, laborales y ecológicas. Así tenemos las compañías mineras, las refresqueras, las químico-farmacéuticas, automotrices, entre muchas otras que “generan empleo” y gozan de impunidad ambiental, fiscal y laboral.
Se ha generado empleo, pero precario, eventual, sin prestaciones sociales, que no aporta al fisco porque es mínimo el sueldo que se recibe, frente a los grandes empresarios que gozan de exenciones fiscales, devoluciones de impuestos y manga ancha para ser factores de presión político-electoral. Somos un país de superricos y de pobres extremos.
Hemos pasado de colonia española a Estado formalmente independiente y soberano pero dominado por los intereses económicos de potencias extranjeras en un esquema neocolonial-financiero que nos reconfigura como espacio de explotación de recursos naturales sin límites. En las negociaciones de carácter comercial seguimos siendo una colonia de explotación con un gobierno que acepta los términos de la dependencia que se nos impone, dejando apenas un pequeño margen de maniobra para la sobrevivencia nacional.
En este contexto, la tarea de gobierno y administración actual resulta igual a caminar cuesta arriba cargando una pesada herencia de dependencia y atraso impuestos por el extranjero, particularmente nuestros vecinos del Norte, considerando que los gobiernos anteriores se empeñaron hasta el final a regalar nuestro patrimonio al capital trasnacional. Su misión fue liquidar al país.
Si bien es cierto que las cadenas económicas, legales, geopolíticas y transculturales que atan al país son considerablemente pesadas, el pequeño margen de maniobra aún nos permite respirar y trabajar por abrir espacios que permitan el avance del nuevo proyecto nacional que permita avanzar en la recuperación nuestro patrimonio y libertad. No todo lo determina la economía y mucho tiene que ver la voluntad política del cambio.
El impulso emocional de haber podido sacar al Prian de Los Pinos obra como locomotora que a nueve meses de distancia ha logrado mantener el entusiasmo y las expectativas de logro y bienestar del Pueblo. En ese sentido se puede dar credibilidad a la afirmación presidencial de estar el mexicano “feliz, feliz, feliz”. Hay el ánimo de poner orden en la casa, reorientar la economía, el sistema de justicia, la equidad y la inclusión en nuestras prácticas sociales y laborales.
Los cambios no se dan de la noche a la mañana y el Pueblo lo sabe. Un largo camino empieza con un solo paso y, por lo pronto, la prioridad son los más pobres.