La educación asediada
“Enseñar es aprender dos veces” (Joubert).
14032016. HERMOSILLO, SONORA.MX. JOSÉ DARÍO ARREDONDO LÓPEZ.— El discurso educativo predominante sugiere ánimo eficientista, moderno, tecnológico y de apertura global; despliega mecanismos de fiscalización y validación de programas y resultados, de personas y productos, de formas de organización administrativa, de operación y de costos. Lo que no aparece por ningún lado es su relación con la vida institucional real y la complejidad de las interacciones en el aula, el entorno, usos, costumbres, tradiciones, expectativas de los alumnos y necesidades a satisfacer de las comunidades de procedencia de los estudiantes. No es aventurado decir que tiene más elementos administrativos y laborales que propiamente educativos, que centra su atención de manera selectiva en los actores y deja de lado el contexto; que señala formas, pero no contenidos. La reforma educativa tiene (se ha dicho muchas veces) propósitos vagamente educativos y evidentemente punitivos. Lo anterior se explica si tomamos en cuenta el papel de la educación en la reproducción de la ideología dominante y en los propósitos del modelo económico subyacente.
La propaganda oficial de la búsqueda de la calidad educativa difícilmente se puede asociar al uso de la fuerza pública para imponer una reforma que desprecia la historia y el desarrollo institucional a cambio de “depurar” la nómina magisterial a punta de garrote, gases y balas de goma. Se relaciona más con los intentos desesperados de hacer avanzar la privatización de la educación y la eliminación de los elementos críticos que inciden en la formación de los maestros y alumnos. La lucha es ideológica y política, donde la calidad es lo que menos importa, no así la domesticación del magisterio para fines de control y manipulación de la conciencia de este importante sector profesional, cuya presencia e influencia ha sido y sigue siendo de primera importancia en el desarrollo de las comunidades, sobre todo las rurales.
Existen elementos de juicio suficientes como para afirmar que la educación pública mexicana está bajo el asedio de los organismos financieros internacionales que postulan la ideología neoliberal, en la misma forma en que lo están, entre otros, el trabajo, la salud y la seguridad social. Las consignas de la OCDE se convierten en exigencias de alta prioridad en gobiernos peleles como el presente, que se ha revelado particularmente obediente con los intereses trasnacionales y represivo con los nacionales, configurando una verdadera amenaza para la sobrevivencia de la república y el marco jurídico que la sustenta. No es exagerado decir que en nuestro caso se ha dado un golpe de estado desde la cúpula del poder, largamente preparado y madurado durante al menos dos décadas.
Los sucesos relacionados con las normales rurales y la agresión oficial no sólo a éstas sino a la totalidad del magisterio, se deben considerar en el marco de la campaña neoliberal por generar terror, alarma y confusión entre los opositores reales y potenciales al discurso privatizador. Es la doctrina del shock aplicada puntualmente en un país donde la violación de los derechos humanos se vuelve cotidiana, intrascendente por la saturación del horror que entorpece los sentidos y el pensamiento. Esta oleada permanente de irracionalidad tiene por función afectar y destruir la resistencia de los opositores a las políticas trasnacionales impulsadas por el gobierno. Sus operadores apuestan al cansancio de la población y a la semiparálisis de una ciudadanía apática e indolente, apenas capaz de reaccionar buscando evadir el golpe antes que enfrentar al agresor.
En un entorno donde la simulación se viste de reformas, planes y programas, vale más la forma que el contenido, de suerte que se gobierna a través del montaje cotidiano de parodias, farsas y comedias, y se finge cumplir con las obligaciones que la ley impone, pero a las que ha renunciado en obediencia a los imperativos del mercado.
Así pues, a los maestros sonorenses despedidos se les puede decir que el gobierno está dispuesto a dialogar, pero que ese asunto es cosa federal y que aquí no hay nada que hacer, salvo acatar las decisiones del centro. Curiosa forma de diálogo en donde la protesta se resuelve por el fácil camino de la demagogia y los garrotes.
Mientras el gobierno se empeña en imponer mecanismos de evaluación sin contexto ni valor formativo, las escuelas mexicanas resienten la ausencia de una verdadera política educativa, que contribuya al progreso nacional y local rescatando lo mejor de nuestros valores, tradiciones académicas, experiencia y compromiso con México. Los docentes, en el nivel que trabajen, son una comunidad que se autocorrige y perfecciona, que requiere y merece respeto y libertad de acción en el campo de su competencia. ¿por qué se impide su desarrollo desde una oscura y apátrida maquinaria burocrática? Es claro que el asedio a la educación es una necesidad para el avance del modelo privatizador.
Las luchas del magisterio representan las de la nación entera, en busca de su camino libre, soberano e independiente. ¿Qué razón tendríamos al no apoyarlas?