Nov 24, 2024

MÁS IMÁGENES 6. La sexta vez / ni Obama

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Por allí anda un personaje que responde al nombre de Enrique Peña Nieto, quien está cumpliendo el ritual llamado preinforme de gobierno. Sucede que no importa por ser el sexto sino por ser el último.

No hemos tenido la paciencia ni tampoco la curiosidad para hacer medición de la importancia de un documento de esta naturaleza porque, además, es posmortem; es más, se trata de un acto político y postrero del viejo régimen y no de cualquiera sino del que aún hoy mismo padecemos. (Todos los presidentes mexicanos acaban siendo aborrecidos, hecho que no invalida el que haya algunos valientes que quieran seguir en la lista, allá ellos.)

El problema no consiste es tratar de enmendar lo pasado ni de dirigirse a calzón caído ante el público, sino por hacerlo de última hora, cuando la cosa ya no tiene remedio.

Acá nosotros humildemente siempre hemos defendido el inalienable derecho del gobernante a dirigirse a su nación, porque sabemos que además es una obligación. Acá creemos en la gracia de hacer saber lo bien que se está gobernando — porque no todo ni siempre las cosas empeoran–, al revés; siempre sostuvimos que ha de cacarearse los bien hecho porque informados, los ciudadanos podemos aquilatar si nuestros votos rindieron fruto, cuestión básica para la seguridad y confianza de la república. Lo malo es que nuestros gobernantes sufren de una tara consuetudinaria que se llama desinformar.

Así como Zedillo Ponce de León se deshizo de media docena de Presidentes del PRI, el señor Peña cambió alrededor de seis voceros durante su período y no sabemos la razón. Lo que queda es una serie de almidonados vídeos de ocasión cuando Los Pinos ha deseado interrumpir la señal televisiva de costumbre con alguna parrafada acerca del alucinante tema que la presidencia le merece rompernos la ciudadana rutina para meterse a la casa con un mensaje republicano que ya traen los noticiarios… pero se trata de una versión oficial confirmatoria, por si acaso. Éste es el parco y rudimentario concepto de comunicación social que se entiende desde los presidentes, cuando desde el pleistoceno existe La Hora Nacional, durante demasiados sexenios al lado del periódico El Nacional, lo mismo que Notimex y la dirección de radio, prensa y TV en SEGOB, más las portadas de los cachitos de la Lotería Nacional, los mítines de la CTM, las cargadas de Antorcha Campesina, el Diario Oficial de la Federación y las declaraciones de Profeco.

La verdad sea dicha, al Tlatoani no le gusta aparecer en familia, en la tv de casa, las tarde-noches de todos los domingos, quizá en shorts y tennis, para hablarnos de la semana-en-el-poder que terminó la víspera y razonar lo que se hizo y por qué y cuál es la trascendencia y aquello (del pensar colectivo que no se está haciendo y por qué). Bastaría con 30 minutos bien aprovechados la cadena nacional normal y esperada. Importa mucho el decirnos por qué no hace esto y aquello y las razones de estado hechas noticia.

No se les da. Cuando Peña apareció en cadena nacional es como cuando hablaría Dios a los conejos.

Por eso mismo el sexto informe es irrelevante al bolsillo y para la seguridad de los hijos de usted.

La presidencia ha de entender que no es ya posible seguir dictando La Gran Noticia delante de un librero bien surtido y mal leído, maquilladito él y oficialmente sereno. La nube nos separa. Nosotros –entonces– no estamos tan bien peinados ni tan bien nutridos. Es bastante probable que estemos en otra cosa. Peña se nos metía de pronto, sin respeto al plan familiar que se tenía o no se tenía, pero era una forma de asalto. Esto debe acabar pero se ignora la voluntad para renovar y, por lo que se ha visto hasta ahora (agosto 31) parece que seguirá esta liturgia priista

EXISTE OTRA, sutil manera de desinformar que consiste en la machaconería de asfixiar la vida mediante la sobreexposición: el aparecer demasiado seguidamente por lo que la rutina comienza a devaluar las palabras de los anuncios: de tanto hablar ya no se dice nada. Allí estaba la escalerita de la Colonia Roma donde se desgastaba la imagen presidencial en cuestiones de segunda clase por las preguntas de reporteros de segunda, día tras día, tratadas por las televisoras que quieren quedar bien con El Elegido.

COLMO DE LA INCONSCIENCIA y del ridículo. Del otro lado de la ecuación, alguno alguna vez propuso establecer un área donde se desarrollarán las protestas callejeras que desangran la vida comercial de la capital (a las que contribuyó López en su momento depredador) de modo que se quejaran sin afectar al resto de los chilangos y menos la vida normal de las oficinas de SEGOB, en pleno centro capitalino-el destino favorito de los quejosos–. Algo como la vagina que acogiera las Scolas de Samba del carnaval de Rio de Janeiro. Si hay protestas de fuereños es porque los fuereños no son atendidos por sus autoridades locales y creen que el presidente puede ser la última tablita. Se ha establecido el costo de cinco, seis manifestaciones diarias para indicar que la sangría a nadie beneficia ni conduce a soluciones que no son de la atingencia federal. Pero es la única comunicación social a que se atienen los desposeídos.

Parte de la comunicación social es una operación gubernamental que tiene por espejo la comunicación de los gobernados y no se entiende una sin la otra, para ser justos y honrados. Es una actividad multipolar para resultar genuina, como tanto lo hemos externado acá.

Ella es horizontal y transversal, es decir, no se agota en los mensajes oficiales, sino que nace simultáneamente en dos fuentes primigenias, el gobernante y los gobernados, si deseamos ser demócratas. Pero hay más: la pertinencia es cuádruple. La comunicación se cuaja y se cierra en un círculo virtuoso que abarca, en igualdad de pesos políticos, la relación comunicacional entre gobernantes y gobernados, entre gobernantes y otros gobernantes, entre gobernados y otros gobernados y finalmente entre gobernados y gobernantes. Si alguna de estas cuatro vías queda entorpecida, la comunicación social se parcializa y por tanto muere como ideal colectivo.

Parte de la confusión reside en la significación de lo público. Una eventualidad aprovechada por los gobiernos. Nos ha sido inyectado que lo público es lo gubernamental, nada más falso: lo público es lo del público –pleonasmos aparte, lo de la gente es lo público, dado el sentido que dio Cosío Villegas al declarar que “La cosa Pública ha de ser más Pública” (frase de distinción cosiovillegasiana …que ha asumido AMLO para los ignorantes) –. Lo que sucede es que, en México, las entidades públicas son entes gubernativos. Por eso usted no puede irrumpir en Radio UNAM sin que la seguridad local se lo impida, no importando que sea la emisora de una institución pública tan radical como quiera; allí está el anual presupuesto federal que la sostiene.

Mentiríamos al decir que algún gobierno permite decir lo que se quiera. Razones de estado lo impiden, desde siempre y ningún tabasqueño podrá contradecirnos. El EZLN ya lo intentó y, desde el mismo ombligo del sureste mexicano hay un No que pulula: el no al Sí del tabasqueño.

Lo dábamos por seguro, pero Decir, Decir, no es políticamente plausible, como siempre. Hasta que los gobernantes aprendan que hablar es inútil, a menos que se convierta en cosa de varios polos, para convertirse en comunicación, ni más ni menos.

TE LO DIGO PEPE para que lo escuches Pancho. Pero si de veras existiera alguna idea de comunicarnos por una Constitución Moral alrededor de la nueva hornada, estaremos ante los resabios de la más acendrada liturgia sordomuda fascista, a menos que se nos demuestre lo contrario.

¿Andrés, tu voz es mi voz en la de una situación en la aldea global? ¿Comprenderás que México es más que el petróleo tabasqueño y todos los asuntos mexicanos –que crees insulares– frente a una globalización que rechazas? Las reuniones recientes con los diplomáticos latinoamericanos y aquellos del Pacífico –menos China ya recibida y Rusia pendiente—indican que todo puede mejorar, a pesar de que Ebrard se posicione comunicacional, emotivamente como un Sangrón para la Televisión.

OTRO ASUNTO A FUTUROS, perfectamente relacionado con El Que se Va, es algo de mucho valor y que, suponemos, se sigue guardando para días mejores; (quizá) es la única rica prenda heredada del peñismo. Sabemos que se suele olvidar la letra pequeña de todos los comunicados, incluido el necesario y ritual Plan de Desarrollo del sexenio, del sexenio peñista. Allí se anidó una idea del millón que el PRI no acabó de entender y que se perdió en la barahúnda de seis años de paulatina, sostenida y aceptada decadencia.

Justamente cuando míster Trump desparezca de la escena política del Imperio. AMLO deberá acudir al asunto que nos deja Peña. Cuando El Otro del Norte también se haya ido.

Cosa en verdad rara, algún cerebro tricolor cuajó una gran idea (ni Obama) que comenzaba a navegar cuando Trump ganó la presidencia de los estadunidenses, por lo que el plan quedó en suspenso: hacer de México la cintura geográfica del comercio entre el Pacífico y el Atlántico. Lo que es decir que finalmente la geopolítica aparecía en el horizonte de la rudimentaria cultura del Edo-Mex. Lo que es decir aprender del Canal de Panamá y ponerle una variante propia y barata.

La idea consiste en que México puede y debe ser el gozne que articule y favorezca el tránsito de mercancías de un océano al otro, a mejores precios. El nuevo aeropuerto que tanto desprecia López, las ruinas del inacabado FFCC Transurbano Toluca-CDMX, otro que se canceló –y que dejó enchilados a los chinos ¿recuerda usted?– y los mismos trenes de AMLO para el sureste son piezas del mismo engranaje. La situación del territorio mexicano es un bono absolutamente nuestro, utilísimo y que será la bujía para encender otra calidad de desarrollo como la que busca. Cuesta. Pero siempre para sacar dinero hay que meter primero dinero, para ser rico es preciso comenzar siendo ricos (somos ricos en posibilidades que se han de cotizar para entrar en este juego del alta, compleja y costosa gran re-ingeniería del siglo XXI).

Todavía no sabemos si la cultura tabasqueña resulte mejor que la de los mexiquenses. Lo mismo dudamos acerca de la (supuesta) izquierda morenista ante el espíritu centro-derechizante de los tricolores recientes; algo menos importante que una corrupción por la que nada se asegura con certeza para el Salón Oval. De este lado de la línea la idea de que Peña termina como compadre de López es muy inquietante y quizá temporal.

¿Hacia dónde vamos? Para variar López es aproximativo para no decirle borroso. Es cierto que Trump –en una de sus puntadas caseras—ha calificado a Peña de ……., pero esa salida del neocapitalismo Obradorista es un embeleco. La permanencia de la reforma energética y lo intocable que se dará a la macroeconomía lo desmienten. No pudiera ser de otra manera. El Vecino del Norte permitió el ascenso del tabasqueño sólo bajo ciertos límites que desconocemos y desconoceremos, pero es sabido que Washington, en su poder económico, político y militar nunca quiso una salida nicaragüense y menos venezolana al exorcisar la decadencia priista. Tampoco sabemos cuál será la nueva utilidad del tabasqueño frente a la creciente inutilidad geopolítica del peñismo, no por nacionalismo efectivo del priista sino por sus acumuladas incapacidades generales para gobernar. Debe haber alguna utilidad pragmática en la idea de AMLO a los ojos del gringo o no estaríamos viviendo lo que estamos viviendo. Desconocerlo es olvidar la historia estadunidense de los siglos XIX y XX (America is for Americans). No se trata de algún defecto Obradorista sino de un irremontable efecto estadunidense que se nos vende de otra manera para el público… tal como Trump hace con sus cosas. Los políticos nunca hablan en contra de su base electoral.

Repetidamente, Andrés ha citado a los primeros tres años como el lapso para la conversión hacia su sueño político. Es cuestión de esperar el efecto de tales mil días para ver si David venció a Goliath

–Dionisio Estrada

(FECHA DE PUBLICACIÓN.19/09/2018 //

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