NOTAS SUELTAS. Juego de roles
Ya ve usted que ahora los roles, o papeles, o cometidos, parecen estar en razón directa a la acción o pasión de los actores de esa cosa amorfa que algunos llaman política.
Celebramos la llegada de una mujer a la presidencia de la república, como antes los sonorenses lo habíamos hecho con Claudia Pavlovich, como gobernadora de la entidad. Ahora, en la liga universitaria, ya tenemos a Rita Plancarte, la primera rectora del Alma Mater.
Salvo error u omisión, estas llegadas femeninas a los puestos de representación de las instituciones han sido logrados gracias a la voluntad de los electores, siendo la participación de los hombres definitiva y definitoria. Pongo por caso la elección presidencial, donde el 62 por ciento de los votos afirmativos fue del sector masculino.
Quien lega a los cargos que se votan lo hace porque el grueso del electorado así lo decide democráticamente y, se puede afirmar, que tal decisión obedece a la convicción y afiliación política al proyecto que se abandera.
Aquí, la decisión popular nada tiene que ver el sexo sino la adhesión a un proyecto que se considera transformador, por más que se pueda decir lo contrario. En todo caso, quien llega al cargo debe dirigir, coordinar, representar, encabezar o gobernar procesos, programas y propósitos que abarquen la totalidad de la masa electoral, llegar al ciudadano de a pie, bicicleta, vocho o limusina, y trabajar para el pueblo, porque ese es su rol por voluntad electoral. No se puede gobernar para una parte habiendo llegado por el voto de todos.
El papel y la defensa de los principios democráticos para nada excluyen a nadie por razones de sexo, edad o condición social, así que cualquier condicionamiento al ejercicio de derechos ciudadanos es, será, simple y llanamente un acto autoritario y excluyente, contrario a la ley y la justicia.
Se ve claro que el rol o papel que tiene los actores sociales y políticos está determinado por las normas legales y las expectativas sociales vigentes y no por actos de voluntarismo coyuntural, dado que las acciones que se emprendan o se dejen de emprender siempre reportan consecuencias que afectan al conjunto social y, de paso, al partido, idea, proyecto u opción electoral.
Mientras que en la administración pública la moneda electoral ya se decidió, en el terreno de las opciones electorales en instituciones educativas, caso Universidad de Sonora, saltan a la vista algunas aristas que vale la pena considerar.
Tenemos que la administración de la máxima institución educativa de Sonora no ha mostrado su mejor cara, ya que el examen de sus finanzas ofrece resultados reprobatorios, incluso se señala que en materia de sueldos las altas esferas de su burocracia rebasan los supuestos de la austeridad republicana que establece la ley.
Recientemente se acusó a la rectora Plancarte de tener un sueldo por encima del asignado a la presidencia de la república, a lo que la propia afectada respondió en una defensa no tan republicana al remitir las intenciones del periodista acusador, Demian Duarte, al terreno de la misoginia y la violencia de género, como si el señalamiento financiero tuviera que ver con su condición de mujer y no con lo establecido en la nómina a la luz de la ley vigente.
Es claro que los privilegios y las excepciones nada tiene que ver con el libre ejercicio de los deberes y obligaciones que marcan las leyes para tal o cual cargo. Las interpretaciones y mecanismos de defensa de la persona que ocupa cierta posición no necesariamente deben pasar por supuestos ataques sexistas, ni que el hecho de ser mujer sea factor para la victimización por default. Aquí, como en muchas cosas de la vida, papelito habla y la nómina de la administración puede más que cualquier alegato “por razones de género”.
En otro matiz de la vida universitaria, algunos se aprestan a lucir sus mejores galas en la pasarela con rumbo a rectoría, ya encaramados en una especie de movimiento al que llamaron Unidad Alternativa Universitaria y, en curiosa imitación a escala del proceso electoral interno de Morena, eligieron a un coordinador: Cuauhtémoc González Valdez, a la sazón secretario general del STAUS con licencia temporal para estos fines preelectorales.
Como estamos en la época de las “primeras veces”, ahora tenemos a un dirigente sindical que pretende brincar a la cabeza de la administración de la UNISON, con lo que se abre la posibilidad del establecimiento de puertas giratorias entre la administración universitaria y la representación sindical, allanando el camino para concluir que los intereses opuestos no lo son tanto, y que la apariencia puede ser una categoría política que debemos ver con seriedad.
El rol político, económico o social que tengan los actores en tiempos de la transformación institucional, más allá de las frases, consignas y tratamientos de moda, debiera venir con un manual para el usuario que facilite su comprensión, aunque seguramente las nuevas oleadas de neologismos, actitudes, conductas y expectativas tendrán como eje la libre expresión de las diferencias y el libre desarrollo de la personalidad que sus actores.
En ausencia de una idea clara de los objetivos y compromisos institucionales, la nueva tierra de nadie se construye con roles intercambiables, incluso adecuaciones y rectificaciones de las bases normativas institucionales y todo aquello que favorezca expectativas y aspiraciones personales o de grupo. Así las cosas, el sentido de la pertenencia va de lo político e ideológico a la apariencia, al sexo y la temporalidad.
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Fecha de publicación viernes 1 de noviembre de 2024 /