NOTAS SUELTAS. Las buenas razones
“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa” (Erasmo de Rotterdam).
Resulta que Mr. Biden, que actualmente representa el papel de presidente de los Estados Unidos de América (lo que esto quiera significar), cometió lo que algunos de sus críticos señalan como una grave violación a su Constitución, dado que ordenó un ataque contra los hutíes de Yemen sin avisar antes al Congreso, por “proteger a los ciudadanos estadounidenses y defender la seguridad nacional” de su país.
Si nos ponemos a pensar en la razón esgrimida por Mr. Biden, tendremos que considerar que la distancia entre su país y Yemen es de 13,058 kilómetros y un océano de por medio, que por aire son 20 horas con 28 minutos, lo cual hace que suene a vacilada hablar de la “seguridad nacional” y la “protección de ciudadanos estadounidenses”.
Sin embargo, cabe recordar que los intereses geoestratégicos del país del norte transgreden cualquier noción de frontera, soberanía y derecho internacional, de ahí la reiterada extraterritorialidad de sus leyes y decisiones ejecutivas como, por ejemplo, las sanciones contra Rusia y el mantenimiento del bloqueo a Cuba y la condena, o amenaza si se prefiere, de represalias para quienes las ignoren, cuestión que, entre otras cosas, explica la complicidad y actitud lacayuna de Europa y Japón, por citar algunos.
Así pues, el país que habla como guardián (y propietario) de la democracia, las libertades, la paz y el respeto al derecho internacional, resulta ser el primero en pasar por encima de cualquier precepto internacional con tal de lograr sus aspiraciones de dominio global, apuntalado por la OTAN y la serie de bases y comandos militares en los que ha parcelado el mundo.
Para ellos la mejor política es la que les permite del control de los recursos ajenos, y el mejor gobierno extranjero es el que les permite apoderarse de ellos. Así pues, el nacionalismo, la soberanía y el marco legal de las otras naciones son obstáculos que deben ser eliminados mediante lo que entienden por política exterior y diplomacia.
En este marco, sus agencias de inteligencia deben cumplir con las labores de información, pero sobre todo desplegar un enérgico trabajo de infiltración, cooptación y corrupción de agentes gubernamentales y privados extranjeros, cuya influencia se encuentre en el terreno político, religioso, económico, cultural y académico.
Sus famosas misiones “de paz” en Oriente, Latinoamérica y África, sirven de fachada a obras menos filantrópicas y más a tono con el aprovechamiento de lo ajeno. Tras cualquier misión científica está la exploración, prospección y valuación de los recursos arqueológicos, minerales o biológicos existentes, para bien de la industria, el comercio o la política expansionista del Imperio.
Fecha de publicación viernes 19 de enero de 2024