NOTAS SUELTAS. ¿Masacres a la Carta?
“La no intervención, la autodeterminación como expresión de la libre voluntad de los pueblos, excluye beligerancias inconsistentes y reñidas con el total respeto que mantenemos a la soberanía de las naciones” (Arturo Umberto Illia).
Resulta muy fuera de lugar hacer como que aquí no pasa nada, pensar que los índices de criminalidad son meramente cuestiones de “percepción”, que es exagerado decir que se libra una guerra política entre fuerzas internas y externas que se suma a las territoriales que libran los vendedores de muerte en forma de drogas, prostitución, secuestros, asaltos violentos y demás que se convierten en tema obligado en la sobremesa familiar, en el café o la cantina.
Hay indicios que permiten plantear la hipótesis de que México es un campo de batalla donde no sólo se libra la guerra de los delincuentes por el territorio sino que también ocurre por debilitar la soberanía nacional y el dominio de la nación sobre sus recursos naturales y estratégicos. Existen temores fundados de que el Estado Mexicano está bajo el reflector y la operación de una masa de intereses que representa y defiende nuestro vecino del norte, según han señalado reconocidos analistas nacionales.
Son de llamar la atención las reacciones de la prensa gringa a propósito de los recientes sucesos de Culiacán y el asesinato de miembros de la familia mormona LeBaron, en las proximidades de la frontera de Sonora con Chihuahua. Se habla de que si México no es capaz de controlar su territorio EEUU no debe descartar la opción de intervenir, según el reciente editorial publicado en The Wall Street Journal, que refuerza el clamor de una prensa identificada con el golpismo y las medidas de fuerza del ala radical de los republicanos.
Si bien es cierto que un asesinato masivo es indignante e inadmisible, cabe recordar que por contradicción a la estupefacción y el horror que expresan nuestros vecinos del norte por hechos ocurridos fuera de su territorio, los gringos han escrito páginas sangrientas de violencia económica, política y racial, entre otras manifestaciones de irracionalidad y total falta de escrúpulos, no sólo contra pueblos extranjeros (Cuba, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Venezuela, entre otros) sino contra sus propios ciudadanos (matanzas como la de Oklahoma City en 1995, Columbine en 1999, Richmond en 2006, Virginia Tech en 2007, Hogar de ancianos en Carthage y Binghampton en 2009, Aurora en 2012, Washington Navy Yard en 2013, Isla Vista en 2014, San Bernardino en 2015, Dayton en 2019 entre muchos otros).
Ahora resulta que los hechos ocurridos en México mueven sus conciencias pacifistas como para impulsarlos a “intervenir” en asuntos que corresponden a otra soberanía. Parece que el “horror” que se vive con normalidad en los Estados Unidos les resulta inadmisible fuera de sus fronteras, más si están de por medio los negocios del narco y la venta de armamentos. Trump, desde luego, se regodea y refuerza su terquedad en la edificación del muro fronterizo contra las “amenazas” que sufre su país, un Estado icónico en materia de promoción, financiamiento, organización y adiestramiento de grupos terroristas y golpistas. ¿Lo que pasa en “America” se queda en sus fronteras?
Estamos rodeados de curiosas coincidencias, ya que al clamor gringo se suman los críticos de cabecera del nuevo régimen que organizan marchas y trabajan diligentemente en las redes sociales ridiculizando y criticando ferozmente cada acción u omisión de las autoridades federales.
Como usted sabe, ahora tenemos organismos civiles que reclaman al gobierno actual por la inseguridad que por décadas fue fomentada y protegida por los gobiernos del PRI y el PAN, en “coordinación” o simple complicidad con agencias como la DEA y la CIA; y vemos promotores de marchas y publicaciones que sugieren un despliegue de oposiciones nopaleras contra todo lo que huela a cambios en la repartición de cuotas de poder e impunidad, pasando por las exenciones de impuestos y las condonaciones de deudas fiscales, emisión de facturas falsas así como tolerancia y abrigo a fortunas inmobiliarias o concesiones de dudosa o nula legalidad, tanto en el medio urbano como en el rural, solapadas por miembros distinguidos del Poder Judicial que se resisten a perder sus prerrogativas e ingresos inmorales.
Con todo respeto a las víctimas y familias afectadas por los lamentables hechos de sangre, es posible suponer que aquí no existen coincidencias, y que las tareas de sembrar el terror y crear las condiciones para una intervención extranjera solamente beneficiarán a los mismos invasores y a los nacionales apátridas que resultaron agraciados durante el largo período de los gobiernos del Prian que, como se sabe, dejaron un saldo impresionante de muertos tanto como de exfuncionarios millonarios y socios o empleados de empresas transnacionales.
Quienes afirman que el actual gobierno es fallido, seguramente sufren de amnesia selectiva al echar bajo la alfombra a Aguas Blancas, Tlatlaya, Ayotzinapa y otros que se cubrieron con el argumento de haber recibido el “ataque de un grupo armado” o la posible relación con el crimen organizado o el “combate al narcotráfico”. Se tiene una herencia sangrienta que no podemos ignorar y, por tanto, los retos son extraordinarios.
Tras la firma del famoso TLC-Plus pactado por Fox y Bush Jr. en Dallas y la “guerra contra el narco” de Calderón, las puertas de la seguridad nacional se abrieron descaradamente a las agencias gringas y, curiosamente, el crimen organizado repuntó su actividad a la par que las acciones mediáticas de los gobiernos prianistas. México se convirtió en una enorme fosa común para regocijo de los fabricantes y vendedores de armas de allende el Bravo. Parece ser que cada tragedia humana propicia un avance del intervencionismo gringo, así como la actitud servil de ciertas autoridades fronterizas nacionales que, por obra de la vecindad, se ponen en el papel de empleados del expansionismo gringo.
Es importante insistir en que las batallas que corresponden a México sean libradas por las autoridades mexicanas y un pueblo consciente que apoya al nuevo gobierno. La experiencia histórica de América Latina y el Caribe sugieren prudencia y una visión nacionalista en el abordaje y la solución de los problemas.
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PUBLICADO EL 09/11/2019)