Padrecistas, ¿ha valido la pena?
HERMOSILLO, SONORA.MX.— La administración de Guillermo Padrés Elías, del 2009 al 2015, es la prueba de lo que nunca jamás debe suceder, de nuevo, en Sonora.
Lo que en ésta sucedió ha marcado la vida de una cincuentena de familias que, en este momento, ya no saben si el padrecismo que representan, es gloria o desgracia para ellos.
Para seis, la de Jorge Morales Borbón y Héctor Ortiz Ciscomani, además de la de Roberto Ávila Quiroga, Francisco Arnaldo Monge Araiza y Vladimir Arzate Carbajal, sin olvidar la de Luis Arístides López Moreno, detenidos una y hasta dos veces, ha sido un verdadero infierno.
En la red de complicidades que el ex gobernador Guillermo Padrés Elías tejió, no solo se implicaron aquellos que, positivamente, cometieron una o varias irregularidades administrativas por acción propia, sino también aquellos que, ante las circunstancias, – sin eximirlos en absoluto -, solo siguieron ordenes o instrucciones.
Y, aunque peca tanto el que mata a la vaca como el que le sostiene la pata, en el momento que usted lee estas líneas, varios ex padrecistas, hombres y mujeres, se preguntan si valió la pena enlodarse tanto las manos.
Antes del 2009, por ejemplo, Francisco Arnaldo “pancho platas” Monge Araiza, era un consumado empresario, alejado incluso del PAN, partido al que veía de lejos, por estar inmerso en sus negocios ganaderos y agrícolas, que le daban para vivir con todo lujo.
Pero la ambición de Padrés Elías lo llevó a perder todo, en lo familiar y lo social, en lo económico y en lo empresarial. Hoy, su perfil es como el de cualquier otro delincuente recluido en el mismo Cefereso donde ahora él duerme.
Jorge Morales Borbón, por otro lado, era un periodista, como muchos, entregados a la lucha diaria por sobresalir en medio de tanta y profesional competencia. Hoy, cambió su profesión por una desesperada estrategia de defensa en la que nadie cree en absoluto.
Héctor Ortiz Ciscomani hizo lo mismo, y hoy se ascendencia triunfal como agricultor, no existe más, y lo que le sobra de ella no es siquiera suficiente para heredarla a su familia.
Roberto Ávila Quiroga no recibirá apoyo alguno de los empresarios a los que ayudó fiscalmente, y los clientes del veterinario Luis A. López Moreno no le reconocerán más.
Vladimir Arzate Carbajal, acusado de negociar adopciones con los hijos de otros, no vivirá lo suficiente, – si la sentencia de 50 años se cumple -, para acariciar y amar en libertad a los propios.
Y el juicio moral y sumario seguirá, conforme se vayan cumplimentando las órdenes de aprehensión pendientes, de las que autoridades estatales y federales hablan sin descanso.
El propio Guillermo Padrés Elías, junto a su familia, vive en el exilio obligado, sin ánimo alguno de regresar a Sonora, gastando parte de lo que se llevó en amparos, dándole a sus abogados los lujos que él no puede disfrutar, y sin ninguna duda, (porque la regla moral y familiar así lo marca), tratando desesperadamente de evitar el repudio, el odio y la desaprobación de los suyos.
Otro grupo, seguros de su desempeño dentro de la administración padrecista, y sabedores de que nada malo hicieron, empiezan, – bajo la misma regla de no saber que tanto sigue siendo conveniente la defensa hacia el ex gobernador -, a marcar sana y franca distancia.
Otros, como recalcitrantes defensores, siguen en medio de la hoguera, desgarrándose las vestiduras, y jurando y perjurando, que “el memo” como cándidamente gustan de llamarle, es víctima del oprobio, la persecución y la represión política.
Unos más, sabiéndose culpables, con las manos aun entintadas por los billetes que desaparecieron, viven a salto de mata, y sin valentía ni para defenderse a ellos mismos, no se atreven siquiera a llamar la atención levantando la mano, para hablar por aquel que les llenó los bolsillos de dinero.
Otro grupo de padrecistas, el más miserable de todos, vive con la incertidumbre de traer el mazo de la justicia siempre sobre su cabeza, listo a caer en cualquier momento. También con el agudo ruido del “tic tac” resonando en sus tímpanos, cada vez que un ocurrente frena escandalosamente frente a sus casas, o cuando una despistada patrulla suena la sirena en su colonia.
¿Valdrá la pena el dinero, como para vivir el pánico que produce un vehículo detrás nuestro por varias cuadras, para luego virar repentinamente en la siguiente?
Cientos de familias, culpables por omisión o por acción, viven cada día preguntándose qué tanto valió la pena encubrir, en ascendente cadena, a su entonces gobernador Guillermo Padrés.
Otras tantas, cegadas ante el cumulo de evidencias, siguen en la retrograda defensa de quien, incapaz de hacerlo de frente, se defiende detrás de decenas de amparos pagados, según se entiende, con el dinero que no ha demostrado haber ganado de manera honesta.
Tal vez Guillermo Padrés Elías sea capaz de gritar que ha valido la pena su actuar como gobernador, pero sin duda, seis de sus amigos y colaboradores, encarcelados y humillados socialmente, seguramente dicen lo contrario.
@mensajero34 elmensajero.mx
(Fecha de publicación 03102016)