Una víctima del tráfico de seres humanos en México: «Fui violada 43.000 veces»
12112015.THE HUFFINGTON POST.— Karla Jacinto ha vivido un infierno en vida y ahora ha decidido alzar la voz y denunciarlo. Con tranquilidad, pronuncia una frase estremecedora: «Me han violado 43.200 veces».
Ese es el número de agresiones sexuales que calcula que ha sufrido desde que cayó en manos de las redes de trata de personas cuando tenía 12 años, según ha revelado en una entrevista con CNN. Durante cuatro años, unos 30 hombres al día la forzaron a mantener relaciones sexuales.
Pero su calvario empezó mucho antes. «Vengo de una familia disfuncional. Abusaron de mí sexual y emocionalmente desde los cinco años», cuenta. Cuando cumplió los 12, un traficante de personas la engañó para subirse a su coche mientras esperaba a unos amigos en el metro.
El hombre utilizó a un niño pequeño para atraerla, que le ofreció golosinas y la condujo a quien se las había dado. Se presentó como un vendedor de coches de segunda mano. Sus modales eran caballerosos y afectuosos, recuerda Karla, y se ganó su confianza confesándole que también había sido víctima de abusos.
La llamó una semana después, y Karla estaba emocionada. El hombre la invitó a hacer un viaje a la cercana ciudad de Puebla y la impresionó al presentarse con un gran coche rojo. Poco a poco, el traficante, de 22 años, la convenció de que se fugara con él.
Vivieron juntos tres meses de idilio. «Me quería, me compraba ropa, flores, zapatos, bombones, todo era maravilloso», recuerda la joven. Pero pronto le ordenó que se prostituyera, dándole detalladas explicaciones sobre las posiciones que debía adoptar, lo que debía cobrarles, lo que tenía que hacer, por cuánto tiempo, etc.
INTIMIDACIÓN POLICIAL, PALIZAS Y AMENAZAS A SU HIJA
Fue el inicio de cuatro años de infierno que comenzaron en Guadalajara, México. «Empezaba a las 10.00 horas y terminaba a medianoche. Estuvimos allí una semana. Haz las cuentas. Veinte hombres al día. Algunos se reían de mí porque lloraba. Tenía que cerrar los ojos para no ver lo que me hacían y no sentir nada», recuerda.
La enviaron a otras ciudades, a prostíbulos, moteles de carretera, calles de prostitutas e incluso casas particulares. No libraba ni tenía descansos. Los clientes aumentaron a 30 al día.
En otra ocasión, la policía cerró el local donde se encontraba pero, en lugar de salvarlas, grabaron a todas las jóvenes desnudas y las amenazaron con mostrar el vídeo a sus familias si no les obedecían. «Sabían que éramos menores. Ni siquiera estábamos desarrolladas. Algunas lloraban porque sólo tenían 10 años», recuerda Karla, que entonces tenía 13.
El traficante la atacó un día después de que un cliente le hiciera un chupetón. «Me pegó con una cadena, con los puños, me escupió y me quemó. Dijo que me estaba enamorando de otro y que me gustaba ser prostituta», cuenta. Con 15 años dio a luz a una niña, hija de su chulo, que amenazó con matar al bebé para afianzar su control sobre ella.
FIN DEL CALVARIO
Karla fue rescatada finalmente en 2008 durante una operación en México D.F. Tenía 16 años. Ahora que ha cumplido 23, ha decidido revelar todo lo que sufrió para evitar que vuelva a ocurrirle a otras chicas. Ha sido recibida por el papa Francisco y por el Congreso de EEUU. «Tenéis que saber lo que me pasó y quitaros la venda de los ojos», increpa.
Es una de tantas víctimas del tráfico de personas entre México y Estados Unidos, un submundo que ha acabado con las vidas de miles de chicas mexicanas deseosas de cruzar la frontera hacia el norte. Es un negocio que mueve mucho dinero, que conecta ciudades de ambos países.
Investigadores de las fuerzas de seguridad de ambos países apuntan a una ciudad del centro de México que es la base de estas operaciones: Tenancingo. Aunque su población oficial es de sólo 13.000 personas, los expertos señalan que un gran número de ellas se dedican al negocio de la trata. Es la industria local.